Un Pongo, llega a la casa-hacienda de su patrón, pero este tenia un especial desprecio por él. El patrón lo trataba como si él fuera un perro o un cerdo, le decía: Ladra!, Siéntate!, Párate!, etc. y todos se burlaban de él, aunque algunos le tenían compasión.
Un día, el Pongo le contó a su patrón el sueño que había tenido, y le dijo:
Soñé que usted y yo estábamos muertos y desnudos, nos presentamos ante San Francisco, y el santo dijo: Que el ángel mayor, traiga sobre una copa de oro, miel purísima y la eche sobre este caballero. Luego, el patrón subió al cielo resplandeciendo.
Después, San Francisco ordenó: Que el ángel más ordinario venga y que traiga sobre un barril, excremento humano y lo eche sobre este Pongo.
Luego dijo: Todo está hecho. Ahora, despacio y por largas horas lámanse unos a otros. Y ahí el ángel ordinario rejuveneció.
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